Un conocido refrán invita a
desayunar como reyes, comer como príncipes y cenar como mendigos.
Pero no es el único dicho que propone
convertir la cena en algo frugal y simbólico, por lo que no debería extrañar
que muchas personas consideren fundamental cenar de forma ligera. De los miles
de refranes con los que cuenta la lengua española, centenares de ellos hablan
de la alimentación. Es lógico, porque la mayoría de las personas (no todas, por
desgracia) comen a diario y en más de una ocasión. De entre los dichos
populares que se refieren a las cenas, todos parecen asesorar de forma unánime
que cenar mucho es peligroso.
Comer antes de acostarse
contribuye al aumento de peso es una creencia promovida en multitud de páginas
web y no pocos libros divulgativos de alimentación, que aseguran que las
"calorías nocturnas" hacen engordar más que las "diurnas".
Si el consejo proviene de una "dieta de moda", se agudiza todavía más
el escepticismo, como recomienda el profesor Walter Willett, experto en
nutrición de la Universidad de Harvard (EE.UU.).
En todo caso, para resolver
este "enigma" es imprescindible citar a la doctora Krista Casazza,
investigadora de la Universidad de Alabama en Birmingham (EE.UU.), que acaba de
coordinar un estudio titulado 'Pesando las evidencias científicas de las
creencias habituales en el campo de la Investigación de la Obesidad' (Weighing
the Evidence of Common Beliefs in Obesity Research). Su trabajo, recogido en la
revista Critical
Reviews in Food Science and Nutrition, revisa muchas cuestiones
relacionadas con la obesidad y las somete a un riguroso análisis científico.
Tras analizar las
investigaciones disponibles, Casazza y sus colegas concluyen que no
existen evidencias científicas que permitan apoyar o refutar la idea de que las
calorías consumidas a la hora de la cena promuevan la obesidad. De su
análisis se desprende una conclusión obvia: el exceso de calorías es arriesgado
si el objetivo es controlar el peso corporal, pero ese riesgo no parece ser
diferente en función de la hora del día que se tomen dichas calorías.
No cenar no es efectivo para
adelgazar. Es preferible comer menos cantidad que dejar de cenar, pues con ello
solo logramos bajar el nivel de azúcar en sangre y disminuir el metabolismo.
La cena es la última comida
del día antes de irnos a la cama, por lo que debe ser más ligera que el
almuerzo y el desayuno. Aunque no hay que descuidar ninguna de las piezas que
componen el menú, si tomamos un desayuno o una comida abundante, iremos
utilizando esa energía con la actividad diaria, y su exceso no se
almacenará en forma de grasa como sucede cuando cenamos de manera copiosa y
tarde. Por muy bien que desayunemos o comamos, cenando mucho y mal el
esfuerzo anterior no servirá de nada.
La cena ideal incluye
una ración vegetal (ensaladas, verduras rehogadas, a la plancha, al vapor, en
crema…), proteínas ligeras (pescado blanco, jamón cocido, tortilla francesa,
pechuga de pavo…) y una pequeña cantidad de carbohidratos complejos (pasta,
arroz, pan…). También tiene cabida la fruta y los lácteos desnatados o bajos en
grasa como postres. A la hora de la cena conviene evitar los
alimentos precocinados, como lasañas, croquetas y empanadillas,
embutidos grasos, bollería y salsas calóricas.
Antes que suprimir la cena, es
preferible reducir la cantidad de comida o comer menos para no pasar
tantas horas con el estómago vacío. No cenar puede representar un
obstáculo o un impedimento en la pérdida de peso, ya que baja el nivel de
azúcar en sangre y disminuye el metabolismo. Saltarse la cena también
puede producir ansiedad y empujarnos a comer de manera compulsiva en
la siguiente comida.
Es importante cenar
temprano, al menos dos horas antes de ir a dormir, y sin tener la sensación de
estar llenos para así no almacenar grasa y que se vea afectada la calidad del
sueño. Modificando un poco la cena hay personas que consiguen perder los kilos
que les sobran y mantener su peso corporal.